miércoles, 24 de agosto de 2011

Revolución energética

Comenzamos este documento con las buenas noticias. Para el año 2050, las energías renovables, junto con el uso inteligente de la energía, podrán contribuir a aportar la mitad de la demanda energética del mundo. Este nuevo informe, “Revolución Energética Global –Perspectivas Mundiales de la Energía Sostenible”, demuestra la viabilidad económica de un recorte de casi un 50% de las emisiones globales de CO2 durante los próximos 43 años. El informe concluye, además, que desde el punto de vista técnico, es posible lograr un abastecimiento masivo a partir de fuentes de energías renovables– lo único que falta es un apoyo político adecuado.

La mala noticia es que se acaba el tiempo. Con un aplastante consenso de opiniones científicas se afirma la llegada del cambio climático, provocado en gran medida por actividades humanas (como el uso de combustibles fósiles), un cambio climático que si no se controla, tendrá unas consecuencias desastrosas para la humanidad. Además, según evidencias científicas sólidas, debemos actuar urgentemente. Estas afirmaciones quedan reflejadas en las conclusiones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), una institución de la ONU formada por más de 1.000 científicos que ofrecen
asesoramiento a políticos. En su último informe, que se publicará en 2007, es poco probable que se muestren más optimistas.

En respuesta a esta amenaza, el Protocolo de Kioto ha obligado a los países ratificantes a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, en el periodo entre 2008 y 2012, en un 5,2% de media anual, en relación con el nivel base de 1990. Lo cual, a su vez, ha provocado la adopción de una serie de medidas regionales y nacionales de reducción. En el ámbito de la Unión Europea, por ejemplo, Bruselas propone lograr una reducción final del 8%. La Unión Europea, a fin de alcanzar este objetivo, ha aceptado también
incrementar dessde el 6% al 12% su proporción de energías renovables para el año 2010.

Los países firmantes de Kioto están negociando actualmente la segunda fase del acuerdo, que cubre el periodo de 2013 a 2017. Durante este tiempo los países industrializados necesitan reducir un 18% sus emisiones de CO2 en relación con el nivel que existía en 1990, y hasta 30% entre 2018 y 2022. Sólo con estos recortes tendremos alguna posibilidad razonable de que el aumento de temperatura media global no supere los dos grados centígrados, a partir del cual los efectos del cambio climático serían catastróficos.

Junto con el calentamiento global, existen también otros retos que se han vuelto urgentes. La demanda mundial de energía está creciendo a un ritmo asombroso. La excesiva dependencia de las importaciones energéticas de unos pocos países, en muchos casos políticamente inestables, y los precios volátiles del petróleo y del gas han colocado la seguridad del suministro energético en primera plana en la agenda política, amenazando a la vez con infligir un drenaje masivo en la economía global. Y si bien es cierto que existe un amplio consenso en el sentido de que necesitamos cambiar la forma de producir y consumir energía, existe aún un gran desacuerdo en el método para realizarlo.

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