lunes, 20 de abril de 2015

¿Sobrevivirá la RSE en tiempos de crisis?

Y ¿qué podría pasar si mañana las empresas no se ven en la necesidad de gestionar las relaciones con audiencias distintas a los accionistas, clientes y colaboradores? ¿Mantendrían los protocolos de responsabilidad y respeto, las normas y políticas que encaminan su comportamiento institucional? O es que ¿decidirían ser más prácticos y ahorrar dinero y esfuerzo? ¿Se mantendría todo el esfuerzo dispensado en Responsabilidad Social Empresarial (RSE)? La respuesta es difícil, probablemente la clave se halle en cuán profundas están las raíces de los valores que impulsaron los programas de RSE. Si éstas llegaron sólo hasta la superficie de la acción social y el mecenazgo, lo más probable es su desaparición. Si, en cambio, los valores se hicieron comportamientos y prácticas al interior de la empresa, entonces su eliminación sería casi imposible.

En el escenario de la crisis, varias cosas pueden cambiar. Primero, que la inversión extranjera no sólo sea mejor recibida, sino protegida y facilitada e ingrese con mayor rapidez de lo que podrían cambiar los imaginarios de los colectivos que reaccionan con recelo y desconfianza ante empresas de grandes capitales. Segundo, que la intensidad de los trabajos en las áreas extractivas de la economía sea de alta intensidad y la presión por obtener resultados, apremiante. Y, tercero, que los más que probables encontronazos entre empresa y comunidades opuestas o dudosas no sean resueltos mediante un proceso de diálogo, sino a punta de imposiciones. Es decir, que otro factor diferenciador sería el tiempo, puesto que en un ambiente de crisis lo menos que se quiere perder es tiempo de siembra para apurar la cosecha de resultados.

La mayor parte de las empresas de hoy han instaurado sendos departamentos de relaciones comunitarias, gestión de relaciones institucionales y otros, a través de los cuales se entregan a la larga tarea de negociar y resolver conflictos antes de iniciar operaciones y todo el tiempo mientras las realizan. Relaciones que reclaman esfuerzos en horas y en dinero, que además son desgastantes y giran sobre temáticas que las empresas apenas comienzan a manejar y siempre han sido demasiado complejas por el alto grado de subjetividad involucrado.

Todo haría pensar que el área de RSE, que trata las relaciones comunitarias y las más problemáticas, en un escenario de necesidad de inversión y resultados rápidos podría sufrir recortes. ¿Suena contradictorio? Pues no, ya que a pesar de que los conflictos, previsiblemente, no vayan a reducirse, el rol del Estado sería otro y podría dar paso a menores esfuerzos proactivos de las empresas.

A mayor necesidad de inversión, mayor necesidad de generar condiciones de facilidad y ambientes propicios a la labor rápida y sin barreras de las empresas más grandes. De modo que el Estado deberá propiciar mejores y mayores espacios de trabajo libre de sobresaltos para las compañías. Por supuesto, ése no es el rol que los movimientos sociales y los públicos de base han estado acostumbrados a tener en las últimas dos décadas.

Lo que posiblemente no cambiaría serían las obligaciones normativas, como licencias, permisos ambientales, garantías y otros requerimientos con los que la mayor parte de las empresas cumplen a pie y juntillas hoy. Los conflictos entre vecinos, organizaciones sociales y/o comunarios y empresas serían parte de la rutina como lo son hoy, sin embargo, alcanzarían soluciones totalmente distintas bajo el supuesto de que el tiempo no fuera suficiente para seguir procesos de consulta previa y sensibilización honesta sobre los pros y contras del proyecto, se vislumbraría un horizonte de choque y conflicto con mayor intervención del Estado.


El rol de un Estado en crisis es uno bastante distinto que uno con dinero y futuro promisorio y con sólo ese cambio, si los valores no han sido adoptados y la RSE se descubre como maquillaje, las empresas podrían optar por apoyarse en el Estado y sus instrumentos y dejar de lado las políticas de diálogo y mayor gestión social. Simplemente por una cuestión de practicidad la RSE frágil se vería en peligro de desaparecer.
*La autora es especialista en Comunicación estratégica.