miércoles, 15 de agosto de 2012

Los peligros del almacenamiento subterráneo

Los yacimientos petrolíferos y de gas ya explotados contienen numerosas perforaciones que deben ser selladas. Generalmente se emplea un cemento especial, pero el dióxido de carbono es relativamente reactivo con el agua y ataca los metales o el cemento, por lo que incluso sellados, estos pozos perforados representan un problema para la seguridad. Para muchos expertos la pregunta no es si se producirán escapes, sino cuándo.

Dada la falta de experiencia con el almacenamiento de CO2, su seguridad se compara a menudo con el almacenamiento del gas natural. Esta tecnología ha sido probada durante décadas y ha recibido el beneplácito de la industria por su bajo riesgo. Greenpeace no comparte esta opinión, ya que se ha producido un número importante de fugas en las instalaciones de gas almacenado en todo el mundo que han requerido a veces la evacuación de la población de la zona.

Una fuga repentina del CO2 puede ser fatal. El dióxido de carbono no es en sí venenoso, y se encuentra presente en el aire que respiramos (aproximadamente el 0,04 por ciento), pero al aumentar las concentraciones desplaza al oxígeno vital del aire. El aire con unas concentraciones de 7 a 8% de CO2 por volumen provoca la muerte por sofocación tras 30 a 60 minutos de inhalación.

También existen riesgos importantes para la salud cuando escapan por explosión grandes cantidades de CO2. Aunque normalmente el gas se dispersa rápidamente tras su escape, puede acumularse en depresiones terrestres o en edificios cerrados, ya que el dióxido de carbono es más pesado que el aire. También resulta peligroso cuando escapa más lentamente y de forma no detectada en zonas residenciales, por ejemplo en sótanos.

Los peligros que engendran tales escapes se conocen por la desgasificación natural del CO2 volcánico. Las emanaciones de gas del cráter del Lago Nyos en Camerún en 1986 produjeron más de 1.700 víctimas, y al menos 10 personas han muerto en la región del Lazio, en Italia, durante los últimos 20 años como resultado de las emanaciones de CO2.

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