lunes, 19 de septiembre de 2011

riesgos para la seguridad

Windscale (1957), Three Mile Island (1979), Chernóbil (1986) y Tokaimura (1999) son sólo algunos de los cientos de accidentes nucleares ocurridos hasta la fecha.

Un simple fallo reciente en una central nuclear sueca puso en evidencia nuestra vulnerabilidad ante una catástrofe nuclear. Suecia, como resultado de dicho fallo, tuvo que cerrar cuatro de sus 10 centrales nucleares tras el descubrimiento de problemas. Los sistemas de emergencia de la central de Forsmark fallaron durante 20 minutos durante una interrupción del suministro eléctrico. Si no se hubiera restaurado el suministro eléctrico, habría ocurrido un incidente importante en cuestión de horas. Un antiguo director de la central afirmó más tarde que “fue una suerte que no ocurriera un accidente de fusión del núcleo”. El cierre de las centrales produjo de golpe el corte de casi el 20% del suministro eléctrico de Suecia.

Una reacción nuclear en cadena debe mantenerse bajo control, y, dentro de lo posible, las radiaciones peligrosas deben limitarse al reactor, aislando y tratando con sumo cuidado los productos radiactivos. Las reacciones nucleares generan altas temperaturas, y los líquidos empleados para la refrigeración se mantienen a menudo bajo presión. Junto con la intensa radiactividad, estas altas temperaturas y presiones hacen que la operación de un reactor sea una tarea difícil y compleja.

Los riesgos que entraña el funcionamiento de los reactores son cada vez mayores, y la posibilidad de que se produzca un accidente es hoy día mayor que nunca. La mayoría de los reactores del mundo tienen más de 20 años, por lo que son más susceptibles de fallos debidos a envejecimiento. Muchas compañías están intentando aumentar su vida útil de 40 años, para la cual fueron diseñados, a un máximo de unos 60 años, lo cual conlleva nuevos riesgos.

Mientras, la desregulación del sector eléctrico ha empujado las instalaciones nucleares a acortar sus inversiones en materia de seguridad y limitar la plantilla a la vez que aumentan la presión sobre los reactores, la temperatura de funcionamiento y el quemado del combustible, acelerando con ello el envejecimiento y disminuyendo los márgenes de seguridad. Los reguladores nucleares no siempre son capaces de hacer frente a esta nueva situación.

Los nuevos reactores denominados de seguridad pasiva cuentan con un gran número de sistemas de seguridad sustituidos por procesos ‘naturales’ como el sistema de agua de refrigeración de alimentación por gravedad y refrigeración con aire, sistemas que pueden hacerlos más vulnerables a ataques terroristas.

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